La educación japonesa hace a sus ciudadanos excelentes y únicos

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Palillos chinos colocados planos sobre una mesa dentro de una cubierta de papel con diseño omotenashi.

La educación japonesa es sin duda uno de los rasgos que más llama la atención del país. Se percibe en los servicios, en los niños que acuden al colegio en los transportes y en la forma que tienen de disculparse cuando alguien se choca con ellos o accidentalmente algo cae al suelo.

Lograr esta educación no es tarea fácil, desde la guardería hasta la etapa adulta se instruye a los japoneses a ser humildes, respetuosos y disciplinados. Si alguien decide rechazar esa educación y se rebela, a la larga es probable que se sienta excluido de la sociedad y fuera de lugar. Todo lo que afecta al país nipón está teñido por esta educación: los objetos están ordenados, las calles impecables, los servicios llenos de filas estructuradas y el silencio reina en todos los transportes.

Basta con pasar unas horas en Japón para notar una educación inmejorable en todas las personas que se dirigen a nosotros. ¡Bienvenidos a la cultura del respeto!

Mentalidad de bienestar colectivo

Muchas veces los medios de comunicación se han hecho eco de noticias en las que se admiraba a los japoneses por su capacidad de dejar todos los lugares que visitan totalmente pulcros. Un ejemplo fue durante el Mundial de Rusia 2018, cuando al finalizar el partido los espectadores se dispusieron a recoger toda la basura y desperdicios generados, dejando la grada como si nadie hubiera pasado por allí. Los jugadores del equipo repitieron el mismo ejemplo con los vestuarios, añadiendo incluso una nota de agradecimiento.

Igual de impresionante fue otro ejemplo que salió en los periódicos en el que los estudiantes japoneses de una escuela de primaria limpiaban las instalaciones organizados en grupos. Cuando vives en Japón, descubres que no es un hecho puntual: que al finalizar los festivales de curso son los propios alumnos los que asean las instalaciones y que en cualquier colegio se les enseña a limpiar la clase antes de finalizar la jornada y a sentir un respeto máximo hacia los trabajadores que adecentan la escuela. Desde bien pequeños se les transmite que las condiciones en las que estén los espacios son responsabilidad de todos y que mantenerlas en condiciones colabora en el bienestar colectivo. Todo esto son símbolos de la educación japonesa.

La práctica de limpiar los sitios que se ensucian se llama oosoji (大掃除), tiene su origen en un ritual japonés que se lleva a cabo en fin de año y que consiste en limpiar a fondo la casa o el negocio, para empezar el año purificados y limpios (por fuera y por dentro).

Responsabilidad desde pequeños

A menudo, en España, vemos cómo los padres que acuden a recoger a sus hijos al colegio cargan con las mochilas y abrigos de los pequeños para que éstos puedan jugar libremente. Esta escena difícilmente se podrá ver en Japón.

Al igual que con la limpieza, a los pequeños nipones se les inculca para ser responsables de sus pertenencias desde pequeños. No sólo es habitual verles cargados de cosas -mochila enorme, paraguas, botella de agua, bolsa con comida-, sino que además colaboran transportando alguna de las bolsas que lleva la madre.

Sin excepciones

Otro de los valores que se les transmite a los niños es que en un país como Japón, con 120 millones de habitantes, no se pueden hacer excepciones continuamente para satisfacer los gustos o necesidades de cada individuo.

Todos los alumnos del colegio deben llevar el mismo uniforme y respetar los tiempos que dicta la escuela en cuanto a las estaciones. Los extranjeros suelen quedarse muy sorprendidos al ver a niños japoneses en pantalón corto o niñas con falda en invierno: es una costumbre de lo más común, si la escuela dicta que se debe llevar ese uniforme durante todo el año, los niños lo respetan sin tratar de cambiar la norma.

Esta situación se repite en muchos contextos: a la hora de pedir cambios en la carta de un restaurante, o a la hora de modificar reglas establecidas como el horario del check out de un hotel o a la hora de cambiar la posición en la que están dispuestas las mesas de un establecimiento. Para poder convivir en armonía y sin conflictos, deben ser respetuosos con las reglas en cualquier situación y adaptarse a lo que está establecido, aunque les apetezca otra cosa, y esto está muy arraigado en la educación japonesa.

Las mascarillas como señal de respeto

Las personas que nunca han visitado Japón, a veces tienen dudas acerca de porqué los japoneses llevan mascarillas puestas de forma habitual. A diferencia de países como China, donde se utilizan por motivos medioambientales, en Japón representan una señal de respeto hacia los demás. O bien las llevan porque no se encuentran bien de salud y no quieren pegarle a nadie los virus que puedan transmitir o bien las llevan porque trabajan de cara al público y quieren atender con total normalidad aunque exista el riesgo de que otra persona les contagie su malestar.

Desde pequeños se les inculca que si no se encuentran bien, tienen que evitar contagiarle ese malestar a las personas que les rodean. Este hábito de la educación japonesa cobra aún más sentido cuando se viaja en transporte público, o se trabaja con niños en el sector sanitario.

Omotenashi

Otro aspecto de la educación japonesa es el famoso omotenashi (お持て成し), o lo que es lo mismo: la amabilidad y armonia que caracteriza a todos los japoneses. Esta cortesía se traduce en mil gestos que a veces ni siquiera son visibles: la forma en la que mueven las manos, las veces que se inclinan para disculparse o dar las gracias o el hecho de agradecer la visita a un restaurante y salir a la puerta a despedirse son algunas de las costumbres que forman parte del omotenashi

Una vez más, éste es un aspecto que sorprende a las personas que visitan por primera vez el país nipón. No se percibe nunca hostilidad, ni mala educación, ni mucho menos pereza. La cordialidad que los japoneses emplean en todo irradia una imagen de calma que difícilmente puede encontrarse en ningún otro país.

Todas estas características los convierten en una población única. Visitar Japón es mucho más que maravillarse con sus templos y con su naturaleza; es entender que la cuna del civismo existe, que se puede convivir con respeto y cortesía y que sí es posible educar a una sociedad en la que los ciudadanos se honren sin excepciones.

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