Hay que ser sinceros. El verano en Japón no es fácil para un recién llegado. Tras seis años viviendo en este país por fin puedo decir que me he acostumbrado a los altos índices de humedad y el calor asfixiante. Y te lo dice un valenciano. Durante el mes de junio tiene lugar la temporada de lluvias o tsuyu 梅雨 y tras esta transición se produce un cambio radical.
Recuerdo mi primer verano y la sensación de estar metido en un horno, dentro de una sauna, en un día de lluvia. Exageraciones a parte, el verano japonés tiene algo especial. Se respira una sensación nostálgica. Gran culpa de esto la tienen las cigarras o semi 蝉 que anuncian la llegada del verano cada año. Miles de ruidosos bichitos nos deleitan todas las mañanas veraniegas con un recital de lloros que se convierten en la banda sonora veraniega. De la misma forma que ocurre en muchos países del mundo, el verano en Japón se asocia a la infancia. Los estudiantes japoneses descansan de sus clases unos cuarenta días, desde el 20 de julio al 31 de agosto o principios de septiembre, y los niños, jugando en la calle conforman recurrentes estampas veraniegas.
Los insectos están estrechamente relacionados con el verano en Japón, y no solo por las cigarras. Basta con asomarse por cualquier parque japonés a primera hora de la mañana, o a última de la tarde para ver a niños, acompañados o no de sus padres, cazando insectos. Armados con una red caza insectos salen en busca de cigarras y en el mejor de los casos del bicho más popular en el país del sol naciente, el kabuto mushi カブトムシ, escarabajo rinoceronte. El mes de junio es el mes de las luciérnagas o hotaru ホタル y si tienes la suerte de visitar algún frondoso bosque nipón o acercarte a alguno de los festivales dedicados a ellas, como el de Fussa en Tokyo, podrás disfrutar de imágenes realmente bellas y sugerentes.
Los festivales y el hanabi
Uno de los principales atractivos del verano en Japón es sin duda el disfrutar de los múltiples festivales o matsuri (祭). Estas celebraciones de barrio no son exclusivas de la estación veraniega pero son sin duda los más especiales del año. Muchas japonesas y, en menor medida, japoneses salen de sus casas vestidos con sus yukata, vestimenta tradicional nipona, similar al kimono pero hecha de algodón. Junto con las geta, sandalias de madera, kinchaku (bolso) y el imprescindible abanico de bambú, sensu, vecinos de todo el país disfrutan de los puestos de comida o yatai (屋台) mientras esperan el lanzamiento de los primeros fuegos artificiales. En estos puestos se puede degustar platos populares como el takoyaki, el yakisoba, el ikayaki (calamar a la plancha) o el okonomiyaki. Cerveza en mano o refrescándose con un kakigori (hielo raspado con sirope) son testigos del hanabi taikai (espectáculo pirotécnico) que ilumina los cielos japoneses. Las opciones son incontables (se celebran cerca de 7000 espectáculos al año) pero los más populares y espectaculares duran aproximadamente hora u hora y media. El espectáculo de luz y color es digno de verse y los crisantemos, torbellinos y cascadas me remiten directamente a la nit del foc de las fallas valencianas.
Las historias de terror
El verano en Japón se suele asociar con el horror y con las historias de fantasmas o kowai hanashi (怖い話). Se dice en el país nipón que escuchar cuentos de terror pone la piel de gallina, da escalofríos y por tanto, combate al calor. Por ello es bastante recurrente durante esta estación del año hablar de historias espeluznantes junto a amigos o familiares, o simplemente, escucharlas en la televisión. Posiblemente, la razón histórica de esta tradición sea la celebración del o-bon (お盆), el equivalente japonés a Halloween o al día de todos los santos. Momento del año en que los espíritus de los difuntos vuelven junto a nosotros por unos días. Volviendo a las historias terroríficas, el verano es también el momento ideal de experimentar una casa del terror o obakeyashiki (お化け屋敷). Normalmente están integradas en parques de atracciones y muchas de ellas solo abren durante los meses de julio y agosto. Observar las diferencias entre lo que asusta a los japoneses y lo que nos asusta a nosotros puede ser una experiencia interesante y difícil de olvidar.
El monte Fuji
Si existe una imagen icónica de Japón es sin duda la del monte Fuji. Con tal de preservar la montaña más alta del país, y patrimonio de la humanidad desde 2013, su escalada está limitada a julio y agosto. Es el momento del año en que un sinfín de japoneses y turistas venidos de todo el mundo cumplen uno de sus sueños, llegar a la cima del volcán. Escalar los casi cuatro mil metros puede parecer una verdadera hazaña, pero lo cierto es que es una aventura accesible para la mayoría de personas.
La subida comienza en la quinta estación, situada a unos 2000 metros de la base, y siguiendo unas sencillas medidas de seguridad, con un poco de esfuerzo se puede conseguir. Un consejo, los fines de semana y los días de o-bon, son especialmente concurridos, intenta evitarlos. Lógicamente, el monte Fuji no se va a mover de su sitio y puedes visitarlo en cualquier época del año. De hecho, si lo que quieres es disfrutar de sus lagos y de las impresionantes vistas, quizás se más oportuno acercarse en otra estación, en la que fotografiarlo sea mucho más fácil.
El verano en Japón tiene muchos atractivos, y muy variados entre ellos, ¿cuál de todos te gustaría disfrutar?
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